viernes, 27 de noviembre de 2015

Tropical

Mulata

     Rosal sale de su cabaña al atardecer, su piel morena brilla de juventud y belleza  a sus diecinueve años; sus labios son gruesos de color carmesí, su cabellera rizada extremadamente abultada cae sobre su blusa de manta blanca, su busto es tierno y erguido, y entre estos y su pequeña cintura, bailan los collares de piedras multicolores, la falda amplia hasta sus tobillos esta estampada de flores, para darle a esta mujer, una sensualidad incomparable. Entre sus manos lleva cargando la canasta colmada de orquídeas, para ofrecer a los enamorados que pasean alrededor de la plaza de Calí en Colombia,  y todo para ganarse el pan de cada día.
     Avanza, saludando a su paso a todos los comerciantes quienes la conocen desde que era pequeña al quedar huérfana de ambos padres. Rosal quedo al cuidado de su abuela Lola,  después que su padre matara por celos sin fundamento a su madre, cuando ella contaba con tan sólo cuatro años de edad.
     Llega al centro de la plaza, en el kiosco toca un grupo de mulatos música tropical. Ella baila y ríe, mandando besos con su mano, a cada integrante de la sonora. Es hora de trabajar, y comienza su ronda persiguiendo a las parejas para ofrecerles su mercancía; siempre con una sonrisa, y claro, dirigiéndose a las damas, así cuando ellas toman la flor, los caballeros no se negaran a cumplir tan pequeño capricho. Este truco jamás le ha fallado. Han pasado dos horas, cuando divisa a lo lejos un joven buen mozo, y su acompañante de alto linaje, lo sabe gracias a su porte, con ropa y calzado de la mejor calidad. Sin dudar, se dirige a la señorita ofreciendo la mejor de sus flores, ésta, no se atreve a tomar la bella flor, más el caballero, mirando sin parpadear la hermosura de la marchante, toma del canasto una flor igual de perfecta, para ofrecérsela a ella. La joven que lo acompañaba se marcha disgustada. Mientras que Rosal, agradecida le da la espalda y se marcha. Dejando al joven sin flor, y sin dama para enamorar.
Fin.

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