lunes, 23 de noviembre de 2015

Texto 3. Enajenado.


Eran las 7:00 am cuando Toño, un joven de piel morena y de estatura media, se dirigía al puesto de revistas donde trabajaba. No era mucho el trayecto que recorría. Diariamente esa era su rutina: la misma hora y las mismas calles. Tres cuadras lo separaban entre el trabajo y su casa. Avanzaba sin prisa, erguido pero ausente, con la mano derecha metida en el bolsillo del pantalón. Cuidando su paso.

Nada lo sacaba de ese estado. Caminaba perdido en sus pensamientos, sin observar lo que ocurría a su derredor; sin mirar ese paisaje que hace mágica la vida: mujeres barriendo o lavando su banqueta, el sonido de la campana del carro de la basura, los niños que corrían de prisa a la escuela de la mano de un adulto, un hombre con su  puesto de jugos que ambientaba su negocio al ritmo jacarandoso de la canción "el yerberito", tampoco escuchó el trino de los escasos pájaros que anidaban en los árboles ni se percató de la caricia del sol que iluminaba el día.

Nada disfrutó.

Parecía que algo mas importante le robaba el pensamiento, y no era preocupación precisamente, porque su rostro reflejaba alegría, entusiasmo desbordante, su mirada tenia un brillo tan intenso que parecía que el sol había nacido en sus ojos.

Mientras caminaba abstraído por la emoción y sus inseguridades, buscaba las palabras precisas y convincentes para pedirle matrimonio a Maritza, con quien había compartido cuatro años de hermoso noviazgo.

Ese día, respiró el valor mas tierno y se dispuso a darle el anillo de compromiso. Aquel que tan celosamente guardaba en el bolsillo derecho del pantalón.







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